La lectura, memoria infinita del ser humano

Lectura, escena familiar bajo la lámpara. Salvador Dalí. 1981. Óleo sobre Cobre. 12.8 x 17.7 cm. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia. Madrid. España. Donación de Dalí al Estado español.

miércoles, 22 de julio de 2015

Sones de haiku en Federico García Lorca (II). Por Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala


La poesía de Federico García Lorca presenta varios lugares de concomitancia con el haiku.  Y aunque en poesía todo es cuestión de "forma" creativa -es decir: creatividad artística en sentido amplio-, la antigua distinción retórica entre forma y fondo sigue siendo útil.  Y esa misma dicotomía, en una formulación más comprensible, la denominaríamos  "expresión" frente a "contenido".  En el caso de Lorca, pienso que la cuestión de contenido o fondo es más dominante -en su posible aproximación al haiku- que la de expresión o forma.
 
  
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gávala
La razón de ello está en que Lorca tiene muy internalizado el ritmo octosílábico, como vehículo del romance, hasta el punto de que uno de sus libros más famosos  es el "Romancero gitano", escrito todo en octosílabos con rima asonante.  El romance es un metro muy popular entre nosotros, muy fácilmente musicable, cantable, bailable.  Mientras que el ritmo típico del haiku, de 5 y 7 sílabas, aunque lo podemos encontrar en nuestros cancioneros, incluso en los populares,  por lo general es un ritmo más afín a la poesía culta, y combina bien con el endecasílabo y el alejandrino -cosa que no se puede decir del octosílabo-.

   En Japón no hay tales distinciones por la métrica.  Aparte de que la prosodia de su idioma tiene peculiaridades que la hacen diferente de la nuestra, el ritmo 5·7·5 se encuentra tanto en el haiku -que suele ser una poesía popular- como en el tanka o waka -que es poesía culta-, como también en otros metros japoneses.  No existe la rima en japonés.

   No obstante lo dicho, se encuentran acá y allá en Lorca muestras de proximidad a la pauta formal del haiku.  Así por ejemplo, en "Presentimiento", que pertenece a su "Libro de poemas" fechado en 1920, la primera estrofa -muy afín en métrica al resto del poema- reza así:

   El presentimiento
es la sonda del alma
en el misterio.
   Nariz del corazón,
que explora en la tiniebla
del tiempo.

  Su métrica es como sigue: 6·7·5 / 7·7·3.  Se podría dividir pues en dos subestrofas, mediante la cesura que supone el punto ortográfico tras el tercer verso;  y aproximadamente el conjunto de ambas subestrofas equivaldría a dos haikus.  El contenido -dicho sea de paso- no es muy de haiku, al constituir una reflexión más bien filosófica.

   Otro ejemplo curioso lo encuentro en los tres versos finales del poema "La guitarra",. del libro "Poema del Cante Jondo":

   ¡Oh guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas.

  Su métrica:  4·7·5.  El contenido, aunque metafórico, sería más asumible como haiku.  Si, violentando por un momento la disposición de los versos establecida por Lorca, pensáramos que ese final aquí citado fuera un haiku de cierre situado tras el fragmento restante -del poema previo titulado "La guitarra"-, tal idea sería admisible, y tendríamos ahí un curioso haiku de cierre.

   El poema "Camino", del mismo libro, empieza por un verso octosílabo -que podríamos considerar como un título- y a continuación -en la misma estrofa- prosigue mediante un presunto haiku:

   Cien jinetes enlutados,
¿dónde irán,
por el cielo yacente
del naranjal?

   Su métrica: 8· 5 (haciendo dialefa)· 7 · 5.  Aquí tenemos la pauta del haiku, concretamente en la frase interrogativa.

   Y en "Canciones", en el poema titulado "A Irene García (criada)", la estrofa inicial nos resulta interesante: tiene dos subestrofas, y se repite literalmente al final del poema.  En medio de esa doble aparición hay ocho versos.  Dichos principio y final se convierten así -cada uno- en un par de haikus en serie, con esta métrica:  4·7·5  // 5·7·5. El contenido también es muy de haiku:

   En el soto,
los alamillos bailan
uno con otro.
Y el arbolé
con sus cuatro hojitas
baila también.

   El hecho de que esta estrofa sirva a la vez de comienzo y final, le da cierta afinidad con la famosa seguidilla andaluza, cuya fuga sigue esta misma métrica, muy de haiku, por cierto.

   Sin salirme de esta onda, encuentro en "Cantares populares", entre las "Sevillanas del siglo XVIII", esta joyita de expresividad con que empieza la segunda sevillana de las tres que hay. Presenta una impecable métrica de haiku 5·7·5:

   Lo traigo andado.
La Macarena y todo
lo traigo andado.

   Y entre sus "Poemas sueltos", en "Tres historietas del viento", encuentro este inspirado final de su tercera historieta, cuya protagonista (y sujeto gramatical también) es la brisa:

(...)
y se desmaya
al chocar con lo duro
de la montaña.

   Su medida cabal de 5·7·5 sílabas, y su arranque inicial mediante la conjunción "y", me traen como evocación la fuga de la seguidilla, de ritmo parejo al del haiku.

   Dejando ya un poco aparte el tema de la métrica, pasemos a considerar otras afinidades en
las que Federico García Lorca muestra un espíritu muy haikista, en el sentido de valorar la naturaleza y la sorpresa del instante vivido.  Como en mi artículo anterior, mi atención se vuelve espontáneamente hacia Kobayashi  Issa, poeta -por antonomasia- de la infancia y de la fraternidad con pequeñas criaturas de la naturaleza.

   Leyendo el famoso libro "Poeta en Nueva York" de Lorca, me llama poderosamente la atención el poema "Vals en las ramas", sobre todo por su comienzo:

   Cayó una hoja
y dos
y tres.
Por la luna nadaba un pez.

   La síntesis de la luna con la faz de un estanque  (que no se menciona, pero se intuye)  y esa caída insonora de las hojas..., goza todo ello de un gran valor pictórico, que me hace recordar la expresión japonesa "shasei" (1) o "esbozo de la naturaleza", que acuñara Shiki a propósito de los haikus de Buson.  Esto equivalía a calificarlos de  "descriptivos", rasgo destacado muy coherentemente, ya que Buson era también pintor.

   Encuentro en Lorca asimismo juegos onomatopéyicos que me recuerdan a Issa.  El poema "Malestar y noche" del libro "Canciones" empieza por un verso pentasílabo constituido por una sola palabra, escrita toda en mayúsculas: ABEJARUCO.   Este mismo verso-palabra abre y cierra el tríptico final del poema, que es un haiku impecable, y reza así (dejando un amplio espacio gráfico ante cada aparición de dicha palabra):

                                 Abejaruco.
Uco uco uco uco.
                                 Abejaruco.

  Quedémonos con el segundo verso -repetitivo y onomatopéyico- en la memoria, y pasemos ahora al penúltimo verso del poema "La soleá",  del libro "Poema del Cante Jondo".  Trata de una mujer "vestida con mantos negros" -así la describe el verso de entrada, y poco más sabemos de ella, salvo que puede estar de luto-.  Los dos versos finales rezan así:

   ¡Ay yayayayay,
que vestida con mantos negros!

  El penúltimo verso es onomatopéyico, con cierta base léxica, a saber: la exclamación "¡ay!" y la fusión de la misma con el adverbio temporal "ya", tal como muestra l final de tan larga palabra: "-yay".

  Tenemos pues estos dos versos -que podemos considerar pentasílabos- en García Lorca:

uco uco uco uco
¡ay yayayayay!

   Leamos ahora este haiku de Issa (2), rebosante de un juego onomatopéyico a base de la sílaba japonesa "ge" (léase <gue>, y no con sonido de letra jota):

   gege no gege
gege no gekoku no
suzushisa yo

   Ruin y más ruin,
ruin país, y aun así...,
¡con tal frescor!
                             (Traducción mía)

   Japón, país insular, siempre acariciado por aires marinos, se redime mediante este grato rasgo -su frescura ambiental- de su triste condición de pobreza, que por cierto alcanza -en el hoy de Issa- a la mayoría de su gente.  Issa se lamenta en tan expresivos términos como hemos visto.
   La sílaba japonesa "ge" (<gue> en su lectura) (3), más que una palabra es un componente léxico, que interviene en palabras como "gehin" (4) 'de baja clase o condición', "gekoku" (5)'país pobre', "gejo" (léase <gueyo>) (6) 'criada', "jooge" <yóogue> (7) 'arriba y abajo'... Existe asimismo la locución "ge no ge" (8) 'lo más bajo de lo ínfimo'.

   Issa elaboró este haiku (2) con gran soltura, posiblemente inspirándose en otro poeta anterior -pero esa es otra historia-.  Comparemos ahora estos tres pentasílabos, ya vistos:

   gege no gege        (Issa)
   ay yayayayay        (Lorca)
   uco uco uco uco  (    "    )

   La sonoridad de las sílabas, con la relativa semántica que les prestan sus idiomas respectivos, vale por sí misma, derrochando expresividad  suscitando curiosidad.
.
   Entrando ahora de lleno en el terreno semántico, voy a detenerme, para terminar, en el espíritu de observación, propio  de la curiosidad casi infantil que domina en el mundo del haiku.

   Issa compuso el siguiente haiku (9), donde fija su atención en el tema de esa inquietud de búsqueda, tan propia de los pequeños; aquí, a propósito de un premio de caligrafía que persigue un niño japonés.

   kakichin no
mikan mii mii
kissho kana

   El niño mira y mira
la naranja: ese premio
de su primer escrito
                                        (Traducción mía)

   La palabra "mii" -repetida en el segundo verso- aunque esté escrita silábicamente en hiragana, y no mediante ideograma, es la raíz léxica del verbo "miru" 'mirar, observar', y funciona aquí como un presente reforzado por la reiteración.  También tiene un efecto onomatopéyico, al repetir incluso la sílaba inicial "mi" de "mikan" 'naranja'.  De hecho, al niño, como premio a su primera escritura de Año Nuevo, se le ha prometido una naranja, que es la que él mira con insistencia, dando muestras de buen apetito.  La frase "mira y mira" nos recuerda un gran verso de García Lorca, cuando en el "Romance de la luna, luna", que abre el "Romancero gitano", nos encontramos estos cuatro versos:

   La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.

   El tercer verso es admirablemente parecido al segundo del haiku de Issa (primero en la traducción).

   Desde el punto de vista de la teoría poética, considero muy oportunas las siguientes palabras que Federico García Lorca expresara de viva voz a Gerardo Diego, y publicadas en la obras completas de Federico:

   "Pero, ¿qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes. de ese cielo?  Mirar, mirar, mirarlas, mirarle, y nada más." 

   Y en una conversación telefónica mantenida con Ernesto Giménez Caballero (1928) y publicada en el apartado "Entrevistas y declaraciones", ante la pregunta "¿Cuál es tu posición teórica actual?", Federico respondió:

   "Trabajar puramente.  Vuelta a la inspiración.  Inspiración, puro instinto, razón única del poeta.  La poesía lógica me es insoportable.  Ya está bien la lección de Góngora.  Apasionado instintivamente, por ahora."

   Sugiero, por mi parte, que nos quedemos con estas sencillas frases, espigando de entre las recién mencionadas:

   "Mirar, mirar..."
   "Trabajar duramente. Vuelta a la inspiración."
   "Inspiración, puro instinto. Razón única del poeta."

   Nótese la reiteración de "mirar" en la primera de las frases, tan acorde con lo que hacía el niño en cada poema (tanto el niño japonés, como el español).  Hacernos como niños, y mirar.
   La segunda frase coincide substancialmente con este consejo que se atribuye a Picasso:
"Procura que la inspiración te encuentre trabajando."

   La tercera y última frase nos hace ver que la inspiración de Federico tenía mucho de ese pulso sensible, casi instintivo, que atesora el haiku japonés. 


Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala. Universidad de Sevilla.

Pueden contactar con el autor en la dirección electrónica: fdo_rod_izq_gav@hotmail.com 

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